jueves, junio 07, 2007

Master of Puppets

Bob Geldof tiene un lugar en el imaginario popular de la generación ochentera por su trabajo en The Wall, el alucine pinkfloydiano en el que su personaje se rebana los pezones con un rastrillo antes de pasonearse, y sale en hombros de sus guaruras con fondo de Comfortably Numb, para ofrecer una performance que termina con un rarísimo encore en el retrete, que seguramente era de utilería. Pero la actuación de Geldof, y también la del retrete, fueron memorables. Sin embargo, y a pesar de tan memorable participación, a nadie se le ocurre llamar a Bob por el nombre de su personaje: Pink Floyd.

Otra película que marcó los ochentas fue el documental Rattle and Hum, realizado mucho tiempo antes de que el cantante de U2 se separara de la banda para convertirse en el mejor actor de sí mismo en esa comedia en la que le da por retratarse con los titiriteros del mundo. Ésta fórmula, sin embargo, no ha sido solo satisfacciones, porque una vez que vino Bono a cantar a México el hijo del presidente en turno quiso saludarlo y al ver su dificultad para conseguirlo puso a sus guaruras, a quienes para efectos de ésta narración llamaremos guardias presidenciales, a bailar con el equipo de seguridad de U2 una combinación entre with or without you y el jarabe tapatío, que como es bien sabido precisa de un regular manejo de botas y tacones. Luego del incidente Bono salió del país echando pestes y jurando no volver, aunque luego acabó por darle la mano al papi del nene que lo quiso saludar, cuando se encontraron en una de esas inútiles reuniones de titiriteros mundiales.

Después de estrechar las manos del papá consentidor y expresidente de lamentable memoria, Bono regresó a México y tuvo que soplarse la indignidad de verse retratado con algunas estrellas locales como Jaime Camil, ídolo de la oligarquía y de las masas aturdidas, quien aparece en las fotos con una actuadísima actitud rocker más-allá-de-lo-cool que lo único que logró fue demostrar una vez mas su gran capacidad para lo superfluo y retratar una vez más la sonrisa congelada del astro irlandés.

Algo así pudo haberle pasado a los malotes de Metallica cuando irrumpió en su camerino Ricky Martin con sus sonrisota de ídolo juvenil, no muy distinta de la de ellos pero, él sí, ostentando toda su fresez. Si el pueblo iraquí hubiera visto la foto resultante quizá no hubiera sentido el pánico que les debe haber congelado las entrañas cuando los tanques repletos de g.i. joe's instalaban sus bocinas y les espetaban Master of Puppets a todo volumen antes de rociarlos de metralla. Quizá algún intrépido se hubiera aventurado a acercarse a los visitantes y decirles, ya que estamos en esas señor soldado, no podría por favor poner también La Vida Loca. Con ésto, el soldado podría haber iniciado la ronda de complacencias en recuerdo de mejores momentos, cuando no andaba invadiendo países montado en un tanque propiedad de un amigo del irlandés Bono, sino nadando en los fluídos lúbricos del springbreak, destrozando las playas mejicanas al ritmo de Ricky Martin, y también de Father of Muppets y sus ridículos cambios de compás, y su atolondrado solo de guitarra, apto para quienes tienen oido de artillero.
.

No hay comentarios.: