miércoles, septiembre 15, 2010

Don Hernán, en el Bicentenario


Quinientos años después del garrotazo de la historia que los hizo merecedores de tener un poco de humanidad, indios miserables, y ustedes siguen sin aprender, dijo don Hernán, en medio de un estremecimiento que agitaba su espesa barba. Qué partida de madre, joder, hasta acá llega el hierro de mi lanza, añadió lleno de orgullo viendo la enorme grieta que parecía empezar y terminar en todos lados, en ese país que el diablo de su religión puso en su camino. Fiesta mis cojones, eructó la Espesa Barba, y taconeó un poco en el adoquín. Don Hernán anda enojado porque hace unos días alguien mancilló la estatua que tiene en su pueblo natal, esa en donde se le ve en toda su magnificencia pisando la cabeza de un indigena y mirando al horizonte de un futuro que a fin de cuentas tampoco supieron conservar sus reyes, y que perdieron. Pero nos quedamos con el oro, joder.



En la plaza solitaria apareció un soldado. Paso marcial, aunque algo desgarbado, y una férrea, obstinada mirada que yendo en línea recta terminó posada en un punto distante, con la determinación de un Alto Ya, y un severo final de tacones que retumbó en las calles, vacías, indiferentes, algo inusual en temporada de fiestas. Desde el centro de la plaza, con el sonsonete típico de la tropa gritó: -Éste discurso se ha realizado tratando de tomar en cuenta la expresión de cómo vemos los ciudadanos a los miembros de las fuerzas armadas y las opiniones de diferentes grupos que por intereses personales, desconocimiento, o por su ancestral animadversión a éstas, como lo son algunas organizaciones que dicen proteger a los derechos humanos, y que históricamente han protegido a guerrilleros, como en el caso del E.Z.L.N. cuando reprobaban la acción del ejercito, pero nunca dijeron nada en contra de los crueles asesinatos cometidos por los zapatistas y narcotraficantes...



Va a hablar en nombre de los ciudadanos o de los soldados, preguntó alguien más. No va a hablar en nombre de los derechos humanos, ya lo dejó claro, terció una voz aguda, pero se dirige a quienes "históricamente han defendido a guerrilleros y narcotraficantes" añadió, haciendo gestos de comillas con las manos. Zapatista es igual a narcotraficante? No sabía de los asesinatos cometidos por los zapatistas, replicó el primero, que no parecía estar muy convencido de lo que acababa de escuchar. Sh, cállense, dijeron todos cuando el soldado gritó, silencio, YA. Sin mirar a nadie, manteniendo en todo momento la vista en algún lugar del horizonte, el soldado comezó a hablar, señalando alternativamente al frente y a sí mismo:-Quizá tú estás de pie jornadas de dieciseis horas, él está de pie un día tras otro, y se señaló. Tú te das un baño en la mañana para ayudarte a despertar... él está días enteros, a veces semanas, sin saber lo que es el agua corriente. Tú te quejas de que te duele la cabeza, y llamas para decir que no podrás ir, que estás enfermo, él siente como le disparan mientras sus compañeros caen heridos, pero no se le ocurre parar pues sabe que tiene que seguir avanzando...



Jornadas de dieciseis horas, desde cuándo se volvió legal? Preguntó alguien. Ahí está su revolución, indios pelados, dijo don Hernán desde el quiosco, y arrojó un enorme escupitajo. La muchedumbre volteó a mirarlo, pero don Hernán aparecía como velado por una miopía de cinco siglos, como integrado en el paisaje, y nadie respondió. Ahorita les bajo los cañones para que bailen la jota, agregó chasqueando los dedos y moviendo la cabeza, en medio de una carcajada que tronó en la plaza.



Yo no sé ustedes, pero yo me voy a trabajar hasta con fiebre o no me alcanza el sueldo, dijo una voz que sonaba pensativa, y también veo todos los días caer a mis compañeros bajo el fuego del desempleo, yo mismo he sido víctima, y vivo amenazado de volverlo a ser. "Seguir avanzando", preguntó alguien repitiendo el gesto de comillas con las manos: a dónde y por ordenes de quién, y terminó poniendo cara de interrogación. Sh.



-tú agarras la pancarta, continuó el soldado con su mismo sonsonete e intensidad marcial desgarbada, y señalando alternativamente al frente y a sí mismo, tú agarras la pancarta que te dio la delincuencia organizada, repitió para acentuar lo dicho mientras algunas mandíbulas se abrían de sorpresa al escuchar la acusación, y quedas con tus amigos para irte a la manifestación a pedir el retiro de las tropas, pinchi jipi, añadió alguien en el fondo haciéndose el chistoso, y el soldado dijo, mientras él, y se señaló con firmeza, continúa luchando para que tú, y señaló al frente, seas lo sufi-cien-te-men-te-li-bre como para manifestarte ca-da-vez-que-se-teo-cu-rra-a, (aún pagado por la delincuencia), y dijo ésto último haciendo un gesto de paréntesis con las manos, que acabó por desconcertar a todos.



Ah, de eso se trata, dijo alguien: de criminalizar la protesta, eso ya lo ví en televisión. Sh, cállate contestó una voz. Cállate no, la libre manifestación es un derecho, y la gente no se manifiesta cada vez que se le ocurre, sino cuando hay por qué, y razones sobran, últimamente, que nos digan quién es el enemigo, contra quién están luchando, contra alguien que nos está tratando de quitar nuestra libertad de manifestarnos? O más bien contra quien convoque a una manifestación, por la razón que sea. A mí no me paga la delincuencia, dijo alguien más, me manifiesto porque no tengo trabajo y quiero trabajar. Silencio. Ya.



-tú sales a comer y te enojas porque el mesero se ha equivocado con lo que pediste, dijo el soldado subiendo el tono hasta que se le quebró la voz en un falsete involuntario, él todavía no ha probado bocado hoy, añadió señalándose, y por primera vez apareció un breve, fugaz destello de sentimiento en su fría mirada, algo como un tic. Incluso don Hernán levantó la ceja, desde su trono temporal en la escalinata de piedra del quiosco central. Se puede aplastar a todo un pueblo, pero hay que mantener atendidas a las tropas, los buenos comandantes de éste nido de indios se acabaron con la conquista, no cabe duda que les dimos en la madre, indios ignorantes, dijo soltando una risita. Escupió la punta de su puro con desdén y se desentendió, mientras farfullaba sobando con lascivia su peto de oro, clavada la mirada en una foto de la malinche totalmente en cueros.



Tú tiendes la cama y echas la ropa a la lavadora, o bien, llega la servidumbre y lo hace por tí, siguió el militar, él lleva la misma ropa desde hace dos semanas pero cuida de su arma y equipo, añadió finalmente, bajando un poco el tono de la voz al final de la frase.



A mí ni me digan, no tengo servidumbre, y de equipo ni hablar, dijo una voz sarcástica. Yo soy chofer, y yo empleada doméstica, dijo alguien más, y yo obrero, y yo campesino, y para el caso todos estamos igual de jodidos. Y todos traemos la misma ropa de hace dos semanas, dijeron dos o más, a coro. Y yo tampoco pruebo bocados en días, dijo una voz más dulce, de niño, a la que replicó un coro, de algunos cientos de miles al menos, o así sonó, porque en minutos la plaza se había llenado de una multitud silenciosa de mujeres y hombres, niños, ancianos, escuchando atentamente el discurso.



-tú te disgustas porque no hay forma de que la clase acabe a la hora, dijo el soldado tras una pausa que le ensombreció los ojos, y agregó subrayando cada una de las palabras, con un tono grave, escalofriante, señalándose a sí mismo, él acaba de enterarse de que se queda en el área de operaciones una semana más. A ver si se encuentran otro modo de informarnos, gritó alguien. Tú criticas al gobierno, siguió el soldado, apretando la mandíbula con fiereza, porque "la Guerra contra el narco ha fracasado" y exiges que se retire el ejército a sus cuarteles... él ve a diario a gente inocente asesinada o torturada y por eso conoce muy bien el porqué de estar en combate.



El porqué de estar en combate, esa va a estar buena, se oyó decir. Sí que diga, que diga, se empezó a escuchar por todas partes, bajito, como un murmullo general que se fue extinguiendo para dar oportunidad de una respuesta. Cuando de nuevo se hizo el silencio, en lugar de responder, el soldado dijo con un tono de voz cada vez más quebradizo, aunque sin perder el sonsonete, tú oyes chistes sobre ésta lucha y te diviertes haciendo bromas sobre gente como él, y se señaló, otra vez, y al calor de las copas cantas los corridos que exaltan la figura de narcotraficantes asesinos, mientras él, y su dedo chasqueó en su pecho, oye el estampido de la explosión al mismo tiempo que el ruido de los disparos y los gritos de los heridos...



Oye no, creo que nos está confundiendo, a nosotros ya casi no nos alcanza ni para hablar al calor de las copas, como no sea las de los árboles. Jajajá, rieron algunos, uno hasta levantó una ceja y un pulgar en señal de aprobación. Quién es el que está mal, quién es el enemigo, no entendí, cállate hijita, luego te explico, en la casa. Sh, cállense. No ni madres, a mí ni me gusta la música esa, grupera o como se llame, y yo no estoy haciendo amistad con ninguno de los bandos, en especial no con el gobierno que les da las órdenes a ellos. Sh, cállense, que ya gritó silenciooooyá, otra vez.



Aunque ya se le veía cansado y sumamente acalorado en medio de la cada vez más numerosa audiencia que le rodeaba, el soldado retomó su tono inicial tras respirar repetidas veces, como si fuera a zambullirse en una alberca, y dijo, machacando cuidadosamente cada palabra al decirla, tú ves lo que los-medios-de-comunicación, ción, ción, repitió el eco, han decidido que veas. Él ve alrededor cuerpos mutilados, ados, ados.



Todos los vemos, gritó alguien de acento golpeado desde la parte norte de la plaza. Sonaron algunos silbidos, y hubo algunos gritos de aprobación general. Sh, cállenseeeee, Yá. Los medios de comunicación han decidido lo que debemos ver, pero no lo han hecho solos, gritó alguien que coló su voz en el último silencio, los medios les han sido útiles al callarse muchas cosas, y ustedes lo saben, aben, aben, añadió, porque como gritaba mezclado entre la muchedumbre no tenía eco y decidió añadírselo para no quedarse atrás.



Quinientos años después del garrotazo que les dio la historia, y ustedes no aprenden, indios miserables, espetó don Hernán desde el quiosco, con el gesto de quien muere de aburrición, y hablando como quien le habla a un niño pequeño y de lento aprendizaje. Hasta acá llega el hierro de mi lanza, repitió como en un principio, señalando la profunda división. Hoy ho saben ni quién es su enemigo, pero su oro y todas sus riquezas siguen alimentando la opulencia del mundo, y beneficiando sólo a algunos cuantos de ustedes, tan cegados por la ambición que son capaces de las peores bajezas. Para todos ustedes, indiada abyecta, la condición de esclavos ya se hizo natural. Así estaba escrito, no digan que no fueron advertidos, hace quinientos años. Festejen su "bicentenario", felices fiestas, dijo. Y se desvaneció, en una apestosa nube de azufre...

sábado, septiembre 26, 2009

Tecolote de Quetzal


La noche cayó sobre Nonohualco, la larga noche final antes de la debacle de la Gran Tenochtitlán. En Tlatelolco se vertieron las últimas gotas de resistencia del pueblo mexica contra el ataque incontenible del invasor, y vieron por última vez a su dios, los aztecas. Allí se despidieron de Huitzilopochtli, antes de sufrir la imposición de un nuevo dios por parte de los invasores. En esa noche larga vencedores y vencidos vieron por última vez a la deidad más importante del otrora poderoso Imperio, el de los Primeros Mexicanos.

"En los caminos yacen dardos rotos...
los cabellos están esparcidos...
destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros..."

Son días aciagos, oscuros, terribles. Pero aún queda mucho coraje entre los tenochcas, que van capturando enemigos y acabando con ellos, no están dispuestos a rendirse sin presentar batalla. En Coyonacazco persiguieron al invasor, lo acosaron, y lo hicieron huir. Venían gritando, para infundir miedo en sus enemigos. Del otro lado les contestaron de igual modo, pero nadie se arredró, nadie se echó para atrás, entre los defensores de éstas tierras. Muy cara vendieron la vida, cuando cayó la Gran Tenochtitlán.

"Gusanos pululan por calles y plazas
y en las paredes están salpicados los sesos...
rojas están las aguas, como teñidas...
y cuando las bebimos
fue como si bebiéramos agua de salitre..."

El hambre azota al mexica aguerrido y sus fuerzas se agotan. Cada vez más agobiado, va, como atravesando con pasos vacilantes el difícil tramo de una historia llena de días oscuros. Su última ciudad está rodeada, cercada por el enemigo, y los alimentos han comenzado a escasear. Barro, grama salitrosa, cuero curtido de venado asado, tostado al fuego, y entonces puesto a masticar y masticar. Pero eso no calma el hambre de éste pueblo. Media hoja de mazorca, un lirio acuático y un manojo de pasto, y todo eso termina, también, por agotarse. La angustia crece a cada segundo entre la gente. Dónde estás, Huitzilopochtli, oh lhuicatl Xoxouhqui, dónde estás.


El cerco se cierra cada vez más. Amparados por la oscuridad de la noche penetran cuatro de a caballo al mercado de Tlatelolco repartiendo estocadas, y aniquilan a muchos de sus guerreros. La debilidad moral y física del pueblo defensor se vuelve cada vez más en su contra. Los españoles llegan hasta el Templo Sagrado y le prenden fuego, el abatimiento cae sobre la población y se desata el llanto. Y cunde, ahora sí, la desesperación, entre niños y viejos, mujeres y hombres, todos huyen. Por las calles marcha ya el invasor.

"Golpeábamos en tanto los muros de adobe
y era nuestra herencia una red de agujeros...
Con los escudos fue su resguardo
pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad...

"Llorad, amigos míos.
Tened entendido que con éstos hechos
hemos perdido la nación mexicatl.

El agua se ha acedado, se acedó la comida.
Esto es lo que ha hecho
el Dador de la Vida en Tlatelolco..."

¿Dónde estás, poderoso hijo de Coatlicue, dónde estás?

A pesar de lo sombrío de la situación no se acaba el coraje entre los sitiados, y a cada paso dado por sus enemigos desatan ellos a su vez un nuevo enfrentamiento. Ya vuelan de un lado piedras y dardos, que son respondidos desde el otro con tiros de arcabuz y de ballesta y con disparos de cañón. No hay manera de hacer frente a tal amenaza. Las bajas se siguen sumando en ambos bandos, pero cada vez pesa más la aplastante ventaja de los conquistadores. Mucho se repitió cuando llegaron: ellos no eran dioses sino bárbaros, salvajes venidos de tierras lejanas y desconocidas, popolocas. Y también era posible matarlos, sus cabezas de doradas cabelleras también entraban en las picas de los guerreros aztecas, pero algunas decisiones se tomaron muy tarde, y nadie atendió las voces de alarma.
Mexicanos ahora es cuando, gritan éstos cada vez que se lanzan al frente en la lucha de su última resistencia, zigzagueando para evitar las balas, levantando sus escudos y disparando dardos con mortífera puntería, y decapitando a sus enemigos con sus mazos cubiertos de obsidianas.

Pero el cerco se cerraba cada vez más. Inexorable, la noche cayó sobre Nonohualco, la larga noche final antes de la caída y destrucción de la Gran Tenochtitlán. Ahí, esa última noche, fue cuando se presentó en el campo de batalla por última vez el hijo de Coatlicue, la Madre Tierra.

En medio del fragor de la batalla, el último rey soberano de los antiguos mexicanos decidió usar su última arma, la que detendría de manera definitiva la invasión. Tras de reunirse con sus últimos leales, Cuauhtémoc hizo traer ante sí a un valeroso capitán, llamado Opochtzin, y le dijo, te vestirás con las insignias y ropajes del Mago Guerrero, el atavío del Tecolote de Quetzal, insignias que pertenecieron al rey Ahuizotzin, mi padre, vencedor del reino de los Tepanecas, y fundador del Imperio Azteca en el que rigió Tlacaelel, el Conquistador del Universo. Ve al frente, y que con ellas infundas el terror en nuestros enemigos: ¡Que la serpiente de fuego caiga sobre ellos y los destruya!

Con paso firme Opochtzin se internó en el fragor de la batalla, seguido tan solo por cuatro capitanes, al marcial compás de los tambores. meciéndose al viento las plumas de quetzal de su manto. En el puño derecho un cetro, y en la punta de éste un pedernal, con todo el poder y la Fuerza de Huitzilopochtli. Como protegido por el manto de los Grandes Tlatoanis, el valeroso capitán atravesó la escena entre flechas y disparos sin ser tocado ni una vez, y se plantó al frente sin que nada se lo impidiera.

Por un momento todo se detuvo, y en ambos bandos se hizo el silencio, ahí estaba al fin el hijo de Coatlicue, el Colibrí del Sur, Huitzilopochtli.


Una corriente eléctrica recorrió el aire. Ante la visión de la deidad los españoles retrocedían, no se atrevían siquiera a levantar sus arcabuces, estaban como hipnotizados. Caía una brisa leve, y ahí, de pie en medio del campo de batalla, el Tecolote de Quetzal miraba fijo al frente, avanzando un paso cada vez que de manera entorpecida por la sorpresa sus enemigos intentaban atacarle. Y así, poco a poco se fue abriendo el cerco que momentos antes amenazaba con asfixiar el último refugio de los mexicas y los tlatelolcas.

La luna se asomó un momento, iluminando a Opochtzin, quien elevó el cetro al cielo, y éste se iluminó con una llama que tomó la forma de un remolino de fuego crepitante, chisporroteante, un tubo flamígero que descendió veloz sobre los tejados de las casas y las copas de los árboles. Al verlo, los españoles huyeron en desbandada, pegando gritos y tropezándose unos con otros. La serpiente de fuego voló un momento sobre sus cabezas describiendo elipses y con un último impulso se lanzó lejos, yendo a parar hasta el lago, en donde se sumergió en medio de un enorme estrépito. Se hizo una enorme nube de vapor que por el resto de la noche fue a posarse como un manto cálido sobre la ciudad sitiada y sus últimos habitantes. Y eso fue todo.

Luego del extraordinario fenómeno se hizo el silencio. Ya nadie habló, ya nadie se movió. Se cuenta que por esa noche cesaron los disparos y se detuvo el ataque fulminante de los españoles contra los últimos mexicas, a quienes una vez vencidos despojaron de sus tierras y sometieron a toda clase de humillaciones, hasta su casi total aniquilamiento, la total destrucción de su cultura, y la imposición de todo un nuevo sistema de creencias.

Esa última noche, en medio de la tibia humedad de la tregua, Huitzilopochtli abandonó a su suerte a la Gran Tenochtitlán, su culto se extinguió y éstos hechos, al igual que la deidad, fueron olvidados al paso de los años.

....

Cuento basado en relatos contenidos en el libro Visión de los Vencidos, Relaciones Indígenas de la Conquista, de Miguel León Portilla.

Según la información proporcionada por éste reconocido historiador, en efecto, durante el asedio de los españoles a la Gran Tenochtitlán ocurrieron los hechos que involucran al Tecolote de Quetzal y la llamarada de fuego, que se interpretó como el último presagio funesto de la caída de los aztecas.


martes, mayo 05, 2009

Ellos


Identificados y señalados, perseguidos y vilipendiados, asaeteados en todo momento por las poderosas ondas de la radio y la televisión que les insulta en toda oportunidad, que les persigue, que manipula a quienes están a su alrededor para que también ellos les profieran insultos, y les agredan. Rodeados por gente armada y dispuesta a disparar, divididos, desempleados y descorazonados, y ahora, infectados y apestados. He aquí el escarmiento por su rebeldía al negarse a reconocer a los poderes fácticos: les queda prohibido terminantemente que se reúnan. Esfúmense, refúgiense en sus casas, como sombras, y quietecitos, que los estamos vigilando. Tenemos el control de todo, desde la tele hasta los medios de transporte, los de abastecimiento y los de servicio, incluídos los que otorgan el derecho a usar los hospitales. Todo. También los palacios de gobierno, sus ocupantes son de los nuestros, ah, y tenemos el control de la economía y la seguridad también. Que nadie se mueva. Ésto es un asalto, pues.

La ciudad dormita como quien ha recibido una carga de electroshock. La desconfianza, el azoro, la desorientación, son síntomas que irán apareciendo con los días. Cuán sofisticados son los métodos de control modernos, y cuán despiadados. Porque, sin insinuar que los problemas no existen, hay que reconocer que hay algo en la aplicación de las medidas públicas que sugiere que en algún lugar se acabaron los últimos chingaditos de la más mínima ética, hace mucho tiempo. La manipulación de las ondas eléctricas es una cosa. Aplicárselas a alguien en la cabeza con el propósito de doblegar su mente, es otra.

Pero las condiciones éticas están de más, ellos van con todo, no se hicieron del poder para perder el tiempo, hay riquezas aún por explotar y a ellos les mueve una codicia que no conoce límites. Explicar la maraña de intereses que mueve y une entre sí a los distintos frentes de éste grupo mixto dominante puede ser agobiante, pero cualquiera al que le ampare un poco de objetividad y razón puede darse cuenta de que hay cosas muy turbias moviéndose por todos lados, y en todo ello están siempre los mismos involucrados. Ellos.

La voracidad es su sello particular. Se han hecho inmensamente ricos, por décadas se han repartido el territorio, han puesto a las empresas públicas a sudar para luego agasajarse con las ganancias, utilizando la comunicación pública para confundir y aletargar a la gente, a la que explotan apretándole las tuercas cada vez más, por vías directas e indirectas saboteándole el empleo, desintegrando sus núcleos familiares, eliminando sus alternativas, hundiendo sus negocios y medios de subsistencia, bombardeando sus refrigeradores, sus baños, sus sueños y sus esperanzas, amedrentándoles contínuamente, y haciéndoles pelear entre sí.

Han utilizado todas y cada una de las instituciones públicas para encubrir sus saqueos y garantizar la prosperidad de sus negocios y de sus familias, las de ellos, y al mismo tiempo mantener amenazada a la gente en todo momento, de diversas maneras siempre infames. Se han agandallado, se han despachado con la cuchara grande y han hecho jirones con la ley y la justicia, y encima de todo, con singular hipocresía invitan a la gente, la conminan, emite tu voto, dicen, tu decisión será respetada, así lo afirman con impúdico descaro en sus anuncios. Pero el hecho mismo de que lo ofrezcan como garantía da cuenta de lo poco que vale su palabra. De cualquier modo han modificado el tablero y las reglas del juego, de tal manera que les permita, casi como por arte de magia, el milagro de ganar siempre, los peones son siempre de los suyos. Como vampiros succionan la hemoglobina existencial de todo un país colmado de habitantes, y es como piratas saqueando un puerto invadido que hurgan, hasta en los últimos rincones.

Tras las rejas virtuales hay un grueso populacho, empobrecido en los bolsillos o en el alma, en algunos casos ambos, al que sus captores han dividido con más mala leche que habilidad, aunque con resultados. Porque lo han logrado, la manipulación surte sus efectos, cuál crisis, no hay que ser negativo, todo marcha sobre ruedas, dicen algunos, muchos por desgracia. Son quienes defienden las acciones del grupo depredador, sin pertenecer a él. Incluso las invasiones más abyectas suelen tener sus simpatizantes, así lo dice la historia.


Y en ese populacho están también aquellos otros cientos de miles, millones, que no ven la suya, que al igual que los primeros siguen siendo empujados contra la pared por éste grupo de asaltantes que no concede tregua, y cuando les da respiro pareciera ser por estar preparando acciones más agresivas aún. La diferencia es que éstos no están de acuerdo con el modo en que están las cosas, se niegan a ser manipulados, disciplinados en ese orden corrupto y ruin. Si el hálito de la resistencia natural que aún subyace en esa parte de la colectividad dejara de soplar un poco, hasta dónde serían capaces de llegar sus enemigos. Al menos por ahora, esa gente no llena ya las plazas. Les han arrinconado. Cuánta resistencia queda, esa es una buena pregunta. Y qué quieren, qué buscan, qué nos indica la voracidad sin fondo que demuestran sus captores.

Por ahora, lo más recomendable es no darle la espalda a nadie. Una broma macabra al respetable público, incluso a éstas alturas, un colmo del cual ellos son bien capaces, sería éste: Que cada quien comience a fabricar su grillete, porque ellos no se van a tomar tanta molestia.

La ciudad dormita en un sueño poblado de imágenes desordenadas, como quien acaba de recibir una carga de electroshock.

Tras las rejas, la orden es ésta: Todos calladitos, y a trabajar...

martes, marzo 04, 2008

Espacio profundo

El Bardo está de viaje por el Cosmos desde hace semanas. De ahí su ausencia de éste espacio. Es tiempo de reflexión y no hay inspiración en el vacío. Por el momento no hay mucho que decir. Hay momentos en que es preferible el silencio.

Quién fuera un genio, es el pensamiento que cruza por la mente que intenta por enésima vez hilar palabras con coherencia suficiente para ser expuestas. Dicen que es al menos absurdo esperar que una mente deprimida sea capaz de tomar una decisión correcta con respecto al color de los calcetines que se pondrá por la mañana para salir a la calle. Esa es una gran diferencia entre el primero y el Tercer Mundo: éste último es el hogar preferido de las depresiones compartidas, de las mediocridades generales, del estancamiento sistemático como forma de vida. El cursor parpadea con insistencia a la espera de alguna idea inteligente por parte del tecleador, pero éste sigue viajando, lejos. Región 440 es un espacio temporalmente cerrado. El Bardo se encuentra recolectando datos raros e inútiles, tratando de encontrar un hilo conductor para el caudal de información resultante del viaje exploratorio.



La generación de ideas es un proceso misterioso. El error que muchos cometen es pensar que pueden forzarse a tener ideas, eso es imposible, lo único que se puede hacer es observar qué clase de ambiente fomenta tu creatividad y luego intentar reproducirlo, dice con total puntualidad Brad Bird, miembro del equipo de Pixar y director de la maravillosa Ratatouille. Éste año Pixar se va a la conquista del espacio con el estreno de Wall-E, su más reciente producción, mientras anuncian que ya está en proceso lo que serán los estrenos de los dos próximos años, uno de los cuales es, ni más ni menos, la esperada tercera parte de Toy Story, para 2010.

Pixar es hoy, sin lugar a dudas, la más poderosa e influyente compañía de animación del mundo, honor ganado con trabajo, filosofía y objetivos claros: cuenta entre sus virtudes con un programa interno de desarrollo profesional que concentra su atención en el entrenamiento en educación artística conocido como la Universidad Pixar, un paquete de más de 110 cursos que van desde clases de pintura, dibujo, escultura y escritura, hasta los conceptos más avanzados de la realización fílmica. El objetivo de éste programa es fomentar la generación de ideas, el trabajo en equipo y el fortalecimiento de la moral, el espíritu y la comunicación entre los empleados. En lugar de desarrollar ideas, desarrollamos personas. En lugar de invertir en ideas, invertimos en la gente. Intentamos crear una cultura del aprendizaje, llena de aprendices para toda la vida, reza la filosofía Pixar.
Resulta muy difícil afirmar que existe vida inteligente en otros planetas, sin embargo resulta refrescante poder decir que al menos aquí, en éste, existe algo como Pixar y los siempre cautivadores productos de su trabajo.

Pixar - Wall-E

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Across The Universe.

El pasado 5 de febrero la NASA transmitió desde Madrid con dirección al espacio una canción de los Beatles, la del Jai guru deva om, Across the Universe, descrita en algún momento por su autor como "la más poética por él escrita". Tan pomposa descripción esconde la verdad de que la inspiración de las frases que componen a la susodicha canción tiene un origen mucho más vulgar: le vino a John Lennon tras ser interrumpido en sus cavilaciones por su entonces esposa Cynthia: Las palabras caen como una lluvia interminable sobre un vaso de papel, escribió. Esas poéticas aunque poco amables palabras no fueron, como confesaría después el beatle, otra cosa que lo primero que le vino a la cabeza mientras su mujer hablaba y hablaba y su mente divagaba sin prestarle la más mínima atención. Una vez terminada la composición, ya en el estudio de grabación, su compañero Paul McCartney sugirió que se utilizara la ayuda en los coros de Lizzie Bravo y Gayllen Pease, dos fans de los cuatro fabulosos que solían acampar con asiduidad en las afueras de Apple Records. Ésto sirvió tiempo después a Lennon para engordar el costal de las pruebas irrefutables del continuado sabotaje de McCartney a su trabajo. Él habría utilizado cantantes profesionales, dijo Lennon, totalmente mosqueado, sin saber que cuarenta años después el saboteado producto de su esfuerzo poético por ignorar a su esposa estaría viajando con dirección a la estrella Polaris, ubicada a 431 años luz de distancia.

En 1967, un grupo de jipis comandado por los Beatles invadió la India poniéndola en la cumbre de los sitios turísticos para los buscadores de verdades fundamentales. Sin embargo, al año siguiente Mia Farrow se encargaría de echar por tierra el prestigio que la Meditación Trascendental había alcanzado a nivel mundial con un escándalo mayúsculo derivado de lo que definió como un intento de acoso sexual por parte del Maharishi Mahesh Yogi en el interior de una cueva. Del penoso incidente quedó registrada para la posteridad una canción de la autoría de John Lennon, quien ni tardo ni perezoso se lanzó con todo el peso de su mala leche contra el gurú, aunque habría que decir que es más probable que el primer verso de la canción, publicada en el célebre Album Blanco con el ominoso título de Sexy Sadie y que originalmente rezaba "Maharishi, what have you done? You made a fool of everyone", estuviera aludiendo menos al incidente entre el Maharishi y la Farrow y más a la intensa decepción sufrida por Lennon, quien no logró lo que era su verdadero objetivo en la India: aprender a volar y desarrollar capacidades telequinéticas.
Años después del incidente de la cueva, en su autobiografía, Mia Farrow admitiría que quizá exageró un poco ante lo que no fue otra cosa que un ataque de pánico por la repentina sensación de unos brazos rodeando sus hombros en el interior de la oscura cueva en la que el Maharishi le brindaba una sesión privada de meditación. El día de hoy ninguno de los que estuvieron cerca del incidente es capaz de sostener que, en efecto, el pequeño gurú intentó propasarse con la Farrow. Cuarenta años más tarde, el Maharishi Mahesh Yogi murió, coincidentemente, el mismo día en que Across the Universe fue transmitida al espacio.


En el siglo 19 se explotó con insistencia a través de la literatura la idea no comprobable de que existe vida inteligente en otros planetas, lo que provocó una andanada de teorías e ideas sobre el tema, algunas de las cuales lograron trascender hasta nuestros días. En 1822, el Baron Franz Bon Paula Gruithuisen creyó ver por su telescopio los restos de una gran ciudad y evidencias de campos de cultivo en la luna. Asombrado ante su descubrimiento corrió a mostrarlo a sus compañeros. Sus colegas astrónomos, equipados con equipos más poderosos, lo mandaron a coro a freir espárragos. Tiempo después, el baron también creyó encontrar evidencias de vida en Venus cuando confundió lo que probablemente fueron algunos destellos luminosos con una intensa fiesta en honor del Emperador venusino, pero ésta segunda vez ya conocía el camino a la salida y no esperó a que se lo indicaran. Después reconoció su error y declaró que el fuego había sido provocado más bien por los agricultores del lugar. Por supuesto que sus teorías cayeron en el olvido.

Como no existía la posibilidad de viajar al espacio, algunos sugirieron modos de enviar señales a los extraterrestres, antes incluso de que la radio fuera inventada. Para tales efectos, el matemático Johann Carl Friedrich Gauss sugirió dibujar un Pythagoras, que no es otra cosa que una figura compuesta por un triángulo gigantesco y tres cuadrados, en medio de la tundra siberiana, con el propósito de enviar una señal a los extraterrestres. Los contornos de las formas habrían sido de tiras de diez millas de ancho de pinos, y los interiores serían, según el proyecto fallido del brillante científico, de centeno o de trigo. Nadie le prestó demasiada atención. Décadas después los astrónomos encontraron, asombrados, lo que parece ser un enorme hexágono en el polo norte del sexto planeta de nuestro sistema solar, Saturno, cada uno de cuyos lados equivale a una vuelta completa a la línea del ecuador terrestre. Hasta la fecha no se ha encontrado una explicación racional a éste fenómeno.


En agosto de 1977 Jerry Ehman, profesor de la Universidad de Ohio y voluntario del proyecto SETI, descubrió en una sección de papel continuo los rastros de una señal anómala proveniente de la constelación de Sagitario, cuya intensidad era 30 veces superior al ruido de fondo. El descubrimiento debe haber pillado al buen Jerry desprevenido, porque lo más brillante que vino a su mente fue poco más o menos que una onomatopeya: wow. Desde entonces y hasta ahora es con ese mamón y poco afortunado nombre que se conoce a la única señal que podría provenir de una civilización extraterrestre: Señal Wow. El proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) ha sido controlado por la NASA desde la década de los setentas, siempre en busca de la respuesta de alguna entidad inteligente extraterrestre. El proyecto SETI@Home aglutina a varios millones de personas que en todo el mundo colaboran en el procesamiento de la información capturada por el radiotelescopio de Arecibo, colocado en Puerto Rico sin que hasta la fecha se tengan resultados concretos.


En la década de los ochentas el psicoterapeuta alemán Bert Hellinger desarrolló una sintesis terapéutica basada en disciplinas como el psicoanalisis, la terapia Gestalt, la hipnosis y el enfoque sistémico con el fin de ayudar a comprender el orden y las leyes con las que se construye la familia humana. A ésta forma de estudio le dio el nombre de Constelaciones Familiares y con ella pretende explicar el papel que juegan los miembros de un núcleo familiar a partir de su historia particular en concordancia con el resto de su sistema familiar. Según el criterio de las Constelaciones Familiares, los miembros de una famila pueden verse afectados por todos aquellos asuntos no resueltos por sus ancestros, ya que éste método se basa en la teoría de sistemas con la cual se explica que los grupos humanos, como los grupos planetarios, se rigen por leyes y patrones innatos que entran en relación con otros grupos familiares, lo que en última instancia implica la creación y establecimiento de las leyes sociales. Ésta teoría propone que cada individio forma parte del destino de muchas personas con las cuales está relacionado, como parte del campo morfogenético de toda la especie, transmisor de una historia que lleva impresa en las células. Así, todos heredamos cualidades, virtudes y defectos del mismo modo en que heredamos los conflictos no resueltos desde generaciones atrás.

Resulta, como ya se dijo líneas arriba, casi imposible demostrar que existe vida inteligente en otros planetas -o lo que en éste minúsculo planeta podemos entender por tal cosa. Sin embargo será siempre alentador saber que hay gente buscando respuestas lo mismo mirando al cielo que observando su entorno inmediato, y gente capaz de utilizar su inteligencia y su creatividad hoy, sin esperar la llegada de seres exraños venidos de los ignotos rincones del universo. Para los habitantes del Tercer Mundo, de cualquier modo, todavía queda mucho que limpiar antes de esperar la visita de extraterrestres. Sería una verguenza que con todo su adelanto llegaran acá para descubrir que no somos capaces siquiera de ponernos de acuerdo.
De cualquier modo, y para quienes aún se preguntan sobre tales temas presentamos el siguiente video, un ejemplo de animación que ilustra las proporciones planetarias y estelares, para entender mejor conceptos como "grande y pequeño" a un nivel realmente macrocósmico:

Planetas


Y para rematar con éstos temas espaciales, a la espera del regreso del Bardo que amenaza con aterrizar en cualquier momento, Región 440 se complace en presentar los tres mejores videos de ovnis. Que se disfruten.


Animación bastante bien lograda:
Ovni - Paris



Platillo desapareciendo, presuntamente en China:
Ovni China


Campeón de campeones. Una buena demostración de lo que se debe hacer con los invasores de otros planetas:
Ovni - México



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jueves, octubre 18, 2007

La Importancia del Mar en la Navegación

¿Cómo habrían sido las cosas si hubiera sido por tierra y no por mar el viaje que llevó a Cristóbal Colón a su encuentro con la historia en el escenario de la Tierra Nueva?

Seguramente todo habría sido muy distinto. Consideremos el hecho de que que el mar, imponente y misterioso, debe haber alimentado el alma aventurera de don Cristóbal con vayamos a saber qué clase de proteínas metafísicas. Porque para él, el futuro era una criatura en constante movimiento, capaz de hundir las más poderosas embarcaciones, arrasar con puertos enteros e infundir el miedo en el alma de los más fieros hombres.

Por su parte, para las civilizaciones americanas mirar al mar era atisbar a los secretos de milenarias profecías que debían cumplirse. Y habrían de hacerlo, aún cuando en ello le fuera su existencia misma a los habitantes de las ignotas tierras de la América virgen.
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El mar, conducto de la historia, influye en el mensajero y en el mensaje.
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Es preciso declarar como un asunto de Primera Prioridad el análisis de la Importancia del Mar en la Navegación, porque en el inmenso mar de la comunicación, como en las saladas aguas de los mares, un navegante afortunado puede llegar a encontrarse con un espectáculo increíble: millares, cientos de millares y millares de cientos de millares de botellas flotando a la deriva, conteniendo mensajes enigmáticos como sólo puede ser la individualidad. Mensajes navegando su propio rumbo, cobijados por una botella de cristal, a la espera de una mano que los libere.
Y si ésto es el mar, quizá sería conveniente preguntarse cuántas y de qué tipo, clase o condición son las tierras que rodean al mar de la Blogósfera...

viernes, octubre 05, 2007

El Informe Bardiano

Ir y venir. Caminando, a veces corriendo por los laberintos de la cotidianeidad de la Gran Ciudad. Así, el paisaje y lo que lo compone, las calles, los árboles, los caminos y los vehículos que trasladan a la gente se van convirtiendo, en el día a día, en el escenario lleno de bullicio y ajetreo de la tragicomedia de quienes juegan el papel del engranaje de la sociedad. El Metro, el sistema encargado del transporte colectivo, puede ofrecer las mejores imagenes del modo en que funciona gran parte de ésta sociedad. Decir ésto es caer irremediablemente en el lugar común al que pertenecen las cosas que se han dicho lo suficiente y que, sin embargo, nunca está de más referir.

La gente piensa y siente, a pesar de la idea perversa que se les ha fabricado alrededor, según la cual están afectados todos irremediablemente por la estupidez. Los productos del sistema no pueden esconder la evidencia de haber sido fabricados por gente que piensa que los demás son imbéciles. Véase si no, el contenido de la televisión, el mensaje que sale de las antenas radiales, la tinta que se vacía interminablemente para imprimir las imágenes de la vulgaridad y las letras manchadas con la mentira de los periódicos y las revistas.

Ésto ocurre en todo aquello que está sometido al arbitrio de un estrato minoritario de la sociedad. Los grandes capitales, que determinan la calidad de los contenidos que difunde el sistema, son manejados por gente que da muestras de estar convencida de que sus productos, deleznables como son, deben difundirse porque la gente los consume. Pero ello no implica necesariamente que la gente que lo hace sea estúpida. El sediento que se encuentre con un vaso de agua impura lo beberá, pero ello no implica que se rehúse a beber el agua limpia cuando se le de la oportunidad. Y pasa que, después de un agotador día de trabajo complicado por las difíciles circunstancias fabricadas por ese mismo pequeño grupo de personas, la plutocracia, para muchos viene dando lo mismo la calidad decreciente de lo que muestran las pantallas, corrompidas desde dentro, vendidas de antemano.
Sí: la gente consume los productos contaminados del sistema. Pero la sensibilidad general persiste, aunque pueda haberse deteriorado el gusto de las masas, luego de años de estar siendo bombardeadas con baladistas inocuos y melodramas ramplones.

Un buen día, un elemento se suma al retrato del masivo devenir. Es un grupo de músicos que se coloca en el medio de una estación del Metro, dando muestras de estar listo para comenzar algo, lo que atrae la curiosidad de los pasajeros que se detienen un momento en su camino para presenciar el evento. Así, la banda comienza su presentación ante la expectación general de un público convertido en partícipe circunstancial de la ejecución en directo de un puñado de canciones escogidas por éstos músicos especialmente para la ocasión, y para ellos.

Y entonces, alguien entre el público decide intervenir. Es un hombre que sigilosamente se aproxima al foco de la atención al tiempo que saca de una bolsa tres pelotas de colores con las que ejecutará, en el transcurso de una canción, todo un número de malabarismo cuya espontaneidad será premiada con un fuerte aplauso al final de éste performance compartido con la música, aderezado con éste espectáculo visual inesperado.



Es el escenario correspondiendo al esfuerzo de los músicos, retroalimentando su actuación: es el público tomando parte del espectáculo y sosteniendo, en la representación de éste hombre, la v de la victoria, al concluir su actuación.

Hay muchas maneras de disfrutar las cosas. El momento se presenta como la oportunidad perfecta para tomar un respiro y dejarse llevar por la música. Luego vendrá la obligación de retomar la velocidad del camino, valor numérico que debería ser medido, de la manera más ociosa, con el único propósito de conocer el promedio de la velocidad-sujeto en una estación de metro, aunque ni siquiera un dato de ésta índole nos podría explicar lo que pasa por la mente de la chica que cierra sus ojos y visiblemente abre sus oídos para mecerse en los acordes y melodías que éste grupo de desconocidos está ejecutando.

En el improvisado escenario la música sigue, mientras la gente entra y sale de la estación. El foco musical ha sido encendido dentro de éste otro escenario del tránsito diario de miles de personas. Es un breve momento de fiesta, un refresco en medio de la vorágine.

Y se vale bailar. Es buen momento para mover el cuerpo: que no caiga el entusiasmo. Chicos y grandes, hombres y mujeres, y que nadie invente que debemos separarnos y lo sostenga con sus argumentos bastardos. Es demasiado pedir, podemos concederlo, pero sería bueno que por un momento la gente se viera con más respeto a sí misma. Quizá, de ese modo, quienes desde las ridiculeces de su ostentación miran con soberbia al pueblo dejarían de pensar que éste no es otra cosa que una manada inconsciente y manipulable.

He aquí uno de los más grandes privilegios del artista: el de tener la oportunidad de demostrar que algo late en la consciencia general, con música. Que el arte salga a las calles. Porque la música es al alma lo que la gimnasia es al cuerpo, como lo dijo Platón. Por ello es que proclamamos en éste espacio la necesidad de que las calles sean tomadas por los artistas, para que puedan ser retomadas por la gente.

Ésta, es la esencia del Informe Bardiano.

En San Lázaro a los 17 días del mes de agosto de 2007.

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Las imágenes son detalles tomados de las fotografías realizadas por Fernando Álvarez, estimado colega de la Revista Box y Lucha, a quien se agradece por su aportación.

sábado, julio 14, 2007

La cultura del Talón

Una monedita, por el amor de Dios, decían antes quienes levantaban su mano para pedirle al transeúnte que se cruzaba en su camino el socorro necesario para allegarse un poco de pan, o quizá satisfacer alguna otra necesidad primordial de supervivencia. Eran tiempos en los que aún se llamaba a las cosas por su nombre, y una limosna era una limosna.

Pero los tiempos cambian, y el sentido de las palabras ha mutado tanto como las intenciones de quienes las usan, y en la grotesca mascarada de la modernidad a las palabras ya no se les respeta, en nombre de esa estupidez llamada corrección política, inventada para llamar sexoservidoras a las putas, delincuentes de cuello blanco a los hijos de éstas y políticos a los empleados de éstos y padrotes de aquellas.

En estricto sentido, talonear significa ejercer la prostitución, palabra con la que se nombra al comercio de la carne pero que también designa a la actividad -no necesariamente sexual- con la cual una persona se deshonra a sí misma al ponerse en venta o permitirse llegar hasta cualquier extremo de bajeza con el fin de conseguir un presunto beneficio. Y talonear significa también pedir dinero, las más de las veces sin que medie algo a cambio, simplemente levantando la mano.

El individuo que escupe fuego durante la luz roja de un semáforo, el que de manera alevosa se arroja sobre un auto para "limpiar su parabrisas", lo mismo que el que con la cara pintada de pantomimo hace como que hace lo mismo y a fin de cuentas no hace nada, el tipo armado de un trapo sucio que espera parado en la banqueta al automovilista que llega y al que se va, la niña clasemediera en camino a la fiesta que detiene a la gente afuera de las estaciones del metro, el que se revuelca en cristales a la manera de los faquires y la que entona una canción cualquiera en un tono cualquiera cantando una sarta de frases inconexas, están taloneando. Talonea quien sube al vagón del transporte público y veladamente amenaza al pasaje con el argumento que sugiere que se encuentra pidiendo dinero para no tener que robar, y en ello arroja, implícito, el mensaje que dice o me dan su dinero o comenzaré a robar, de igual modo en que amenaza el par de escalofriantes sujetos que amagan dentro de un vagón del metro a un público cautivo por obligación circunstancial, al que informan con lujo de cinismo de que acaban de salir de la cárcel y han decidido empezar una nueva vida, y en pocas palabras hacen saber al respetable que la mejor manera para recomenzar será quitándole a la gente su dinero, ésta vez por las buenas.

Talonean todos ellos del mismo modo en que talonean las oscuras organizaciónes fraudulentas disfrazadas de asociaciones de beneficencia que instrumentan complicados procedimientos para quitarle el dinero a la gente, centavo a centavo, desde las cajas registradoras de los supermercados.
Talonean los políticos en tiempos de campaña, cuando se reúnen con los delincuentes de cuello blanco disfrazados de empresarios, que son los mismos que talonean a la gente desde la televisión con sus estúpidos teletones y sus concursos-vía-telefónica, y que utilizan lo recaudado para seguir evadiendo los impuestos, esos delincuentes de prosapia que irán, prestos y decididos, a talonear a los políticos, una vez que su maridaje hediondo rinda sus frutos en las urnas.
Talonean desde los púlpitos los sacerdotes, faltaba más. Talonean los empresarios a los políticos, los políticos a a los criminales, los criminales a la iglesia, la iglesia por igual a criminales, políticos y empresarios, y todos ellos en su conjunto talonean a la sociedad, y luego especulan y monopolizan con lo taloneado. Talonean los ricos y los pobres, los chicos y los grandes, los hombres y las mujeres, y nadie avanza excepto la despótica plutocracia oligárquica, experta en el arte de talonear.

Como dijo Jaime Sabines: canonicemos a las putas.
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jueves, junio 21, 2007

Clase de Cuento

El Maestro Julio Cortázar es -porque lo sigue siendo merced a la inmortalidad que su obra le ha conferido- un gran titán de la literatura latinoamericana, que fue, en éste mundo, hombre de ideas revolucionarias, aficionado a la música (tocaba el saxofón y el piano y era un gran amante del jazz) y un gran cuentista, además de un argentino ejemplar y entrañable.

En 1954, Julio Cortázar escribió desde Europa una carta a su amigo mexicano Juan José Arreola, epístola cuyo valor supera toda proporción de cálculo, tratándose como se trata de un excelente ejemplo de humanidad y camaradería y, por si ésto fuera poco, porque en ella el gran escritor argentino explica al autor de Confabulario su particular concepto de la generación y conceptualización del cuento como forma literaria. La carta está tomada del periódico mexicano La Jornada en una fecha imprecisa (cuando guardé ésta joya no me aseguré de guardar también la referencia) y llegó a éste diario por parte de Orso Arreola, hijo del narrador jalisciense.
Ahora, Región 440 se complace en presentar ésta extraordinaria pieza epistolar, una de las muchas que seguramente compartieron éstos dos grandes maestros admirados y profundamente respetados en éste espacio.

"Querido Arreola: Hace varias semanas Emma me mandó sus dos libros, y al abrirlos me encontré con unas dedicatorias que me llenaron de alegría. Pero todo eso es nada al lado de la alegría de leer los cuentos, a toda carrera primero y después despacio, tomándome mi tiempo y sobre todo dándoles a ellos su propio tiempo, el que necesitan para madurar en la sensibilidad del que los lee.
"Ya habrá observado que uno de los problemas más temibles de los cuentos es que los lectores tienden a leerlos con la misma velocidad con que devoran los capítulos de una novela. Naturalmente, la concentración especial de todo cuento bien logrado se les escapa, porque no es lo mismo estirarse cómodamente en una butaca para ver Gone With the Wind que agazaparse, tenso, para los dieciocho minutos terribles de Un Chien Andalou. El resultado es que los cuentos se olvidan (¡como si pudiera olvidarse Bliss, como si pudiera olvidarse El prodigioso miligramo!)

"¿No deberíamos fundar una escuela para educación de lectores de cuentos? Empezando por quitarles de la cabeza todas las ideas recibidas que existen desgraciadamente sobre la materia, rehaciéndoles la atención, la percepción y hasta los reflejos. Ya es tiempo de que en las universidades se cree la cátedra de cuentos, como suele haberla de poética. ¡Qué estupendas cosas se podrían enseñar en ella! Por lo demás los primeros colaboradores de la cátedra (como alumnos o profesores) deberían ser los mismos cuentistas. Es curioso que muchos de ellos no han reflexionado jamás sobre el género. No hablo de la reflexión estilística, pues no es imprescindible, sino de esa meditación primaria, en la cual colaboran por partes iguales la inteligencia y el plexo, y que debería mostrarle al cuentista lo riesgoso de su territorio, su complicada topografía, y la responsabilidad que supone.

"El cuento está desprestigiado por los cuentos. ¿Ha visto usted lo que se publica habitualmente en las revistas? Para uno bueno, para un cuento que caiga parado como un gato de un cuarto piso, el resto o son recortes de una situación mucho más extensa (las tijeras son la haraganería del escritor, o su incapacidad para seguir adelante), o difusos tratamientos de cualquier tema, bueno o malo; lo que en realidad estropea a estos últimos es siempre la falta de concentración, de ataque. Y me parece que lo mejor de Confabulario y de Varia Invención nace de que usted posee lo que Rimbaud llamaba le lieu et la formule, la manera de agarrar al toro por los cuernos y no, ay, por la cola como tantos otros que fatigan las imprentas de este mundo. Y por eso acabo de leer sus cuentos -y releer los que más me gustan, y después superleerlos, que consiste en leerlos en el recuerdo-, y estoy contento. No por una razón hedónica, o porque me agrade saber que usted es un gran cuentista, sino porque vuelvo a sentirme seguro de que usted, de que yo, y de que otros cuya lista me ahorro porque usted la conoce de sobra, no estamos equivocados en el enfoque del cuento que hemos elegido y por el cual seguimos andando.

"Los franceses, por ejemplo, se equivocan de medio a medio en su tratamiento del cuento. ¿Cómo decirlo? juegan al futbol en vez de torear, someten la materia narrativa a una serie de evoluciones y combinaciones complejas, a largo plazo, es decir, aplican la técnica privativa de la novela y que en ella da resultados maravillosos (que lo digan Balzac, Stendhal y Proust). Porque no ven -y esto es capital- que el cuento es una cuestión de lenguaje formando cuerpo con el relato, y entonces escriben sus cuentos exactamente con el mismo lenguaje más o menos discursivo de la novela. Pero dando un paso más abajo, no cuesta ver que ello sucede porque el impulso motor del cuento es novelesco, y ahí está la gran macana como decimos en la Argentina, ahí está la burrada sin perdón, creer que un cuento, que es el diamante puro, puede confundirse con la larga operación de encontrar diamantes, que eso es la novela.

"No me gustan las fórmulas pero me parece que aquí tengo razón: un cuento es siempre el vellocino de oro, y la novela es la historia de la búsqueda del vellocino. La novela es una maravilla, pero su técnica malogra el cuento. Todo esto se lo decía yo a Emma en otra carta, pero me gusta repetírselo a usted al correr de la máquina, porque además tengo las pruebas más sólidas posibles que son sus cuentos. En sus libros hay cuentos de ensayo (y usted me lo previene en Varia Invención, donde habla de "balbuceo"), donde se ve cómo anda buscando el tono justo, y a veces no lo encuentra y el cuento se queda con una pata en el aire (El Fraude, por ejemplo, y no sé si usted estará de acuerdo). Pero la casi totalidad en los cuentos de ambos libros dan de lleno en el blanco. Se lo siente desde la primera línea. No se puede decir cómo, es una cuestión de tensiones, de comunicación. Yo creo que el blanco debe sentir una cosa así, según que la flecha lo alcance en los bordes (dos puntos) y el pleno centro (50 puntos, y a veces uno se gana un pollo). Es fulminante y fatal. Y empiezo a leer De balística -no crea que lo cito por asociación con las flechas y el blanco-, o El lay de Aristóteles, y se acabó: instantáneamente pasa la corriente, se establece el circuito, y ya se puede caer el mundo encima que no soy capaz de sacar los ojos de la página.

"Yo creo que detrás de todo esto está ese hecho sencillo (y por eso tan inexplicable) de que usted es poeta, de que usted no puede ver las cosas más que con los ojos del poeta. Conste que no insinúo que sólo un poeta puede llegar a escribir hermosos cuentos. En rigor el cuento es una especie de parapoesía, una actividad misteriosamente marginal con relación a la poesía, y sin embargo unida a ella por lazos que faltan en la novela (donde la poesía vale apenas como aderezo, y es siempre una lástima por la una y por la otra)

"¿Cómo le vienen a usted los cuentos? Yo, que incurro además en la poesía -por lo menos escribo poemas-, no he podido advertir hasta hoy diferencia alguna en mi estado de ánimo cuando hago las dos cosas. Mientras escribo un cuento, estoy sometido a un juego de tensiones que en nada se diferencian de las que me atrapan cuando escribo poemas. La diferencia es sobre todo técnica, porque los "cuentos poéticos" me producen más horror que la fiebre amarilla, y estoy siempre muy atento a que lo que ocurre en mis cuentos proponga al lector una estructura definida, una realidad dada, por irreal que sea para los ojos del lector de periódicos y los seres con-los-pies-en-la-tierra (¿qué son los pies, qué es la tierra?). Si encuentro en sus cuentos una fraternidad que me emociona y me hace desear ser su amigo, es precisamente esa soberana frescura con que planta usted sus árboles de palabras. Los planta sin el rodeo del que prepara literariamente su terreno y "crea una atmósfera", como si la atmósfera no debiera ser el cuento mismo, la emanación irresistible de esa cosa que es el cuento. Un Henry James es un gran cuentista, pero sus cuentos son siempre hijos de sus novelas, están sometidos a la misma elaboración circunstancial previa, esa técnica de envolver al lector antes de soltarle el meollo del cuento. Cuando usted escribe El rinoceronte, le basta la primera frase (¡qué perfecta!) para que uno se olvide que está sentado en un sillón en un segundo piso de la rue Mazarine (una linda calle, créame) y que dentro de 10 minutos le van a avisar que la comida está pronta. El extrañamiento, el traspaso al cuento es fulminante. Usted es una hormiga león, si son las hormigas león las que hacen un embudo en la arena para que sus víctimas resbalen al fondo. Cuatro palabras y zás, adentro. pero vale la pena ser comido por usted.

"Como esta carta no es una reseña, no le hablaré en detalle de todo lo que podría surgir de mis lecturas. Pero hay algo que, por ser tan infrecuente en nuestra América, me interesa señalarle. Me gusta su brevedad. Quizá con excepción del El cuervero, tan sabroso para un argentino que se queda maravillado de los giros, de la plástica de ese idioma que hablan las gentes mexicanas, creo que sus mejores cuentos son precisamente los cortos. Me asombra lo que usted es capaz de conseguir con tan poca materia verbal. Sinesio de Rodas por ejemplo -que como otras cosas suyas me hacen pensar en Borges, y creo que no es poco decir-, y ese conmovedor y hermosísimo Epitafio, que me trajo a mi François Villon de cuerpo presente, enterito con toda su dolida humanidad que sigue bailando aquí, cerca de mi casa, en las callejuelas de la place Maubert, antiguo refugio de truhanes y putas opulentas y sentimentales.

"Podría seguir diciéndole tantas cosas, pero no quiero aburrirlo. ¿Nos veremos alguna vez? Si no viene usted por aquí, escríbame algún día que tenga ganas. Yo le iré mandando lo que publique, que será poco porque en Argentina las posibilidades editoriales están cada día peor. En todo caso le mandaré copias a máquina. Y usted también, mándeme sus cosas. Mi mujer, que ha leído sus cuentos con la misma alegría que yo, se une a mí en el gran abrazo que le enviamos, y que usted hará extensivo a Emma, tan buena e inteligente, y a la muy encantadora Anita y a los Alatorre".
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París, 20 de septiembre de 1954

jueves, junio 07, 2007

Master of Puppets

Bob Geldof tiene un lugar en el imaginario popular de la generación ochentera por su trabajo en The Wall, el alucine pinkfloydiano en el que su personaje se rebana los pezones con un rastrillo antes de pasonearse, y sale en hombros de sus guaruras con fondo de Comfortably Numb, para ofrecer una performance que termina con un rarísimo encore en el retrete, que seguramente era de utilería. Pero la actuación de Geldof, y también la del retrete, fueron memorables. Sin embargo, y a pesar de tan memorable participación, a nadie se le ocurre llamar a Bob por el nombre de su personaje: Pink Floyd.

Otra película que marcó los ochentas fue el documental Rattle and Hum, realizado mucho tiempo antes de que el cantante de U2 se separara de la banda para convertirse en el mejor actor de sí mismo en esa comedia en la que le da por retratarse con los titiriteros del mundo. Ésta fórmula, sin embargo, no ha sido solo satisfacciones, porque una vez que vino Bono a cantar a México el hijo del presidente en turno quiso saludarlo y al ver su dificultad para conseguirlo puso a sus guaruras, a quienes para efectos de ésta narración llamaremos guardias presidenciales, a bailar con el equipo de seguridad de U2 una combinación entre with or without you y el jarabe tapatío, que como es bien sabido precisa de un regular manejo de botas y tacones. Luego del incidente Bono salió del país echando pestes y jurando no volver, aunque luego acabó por darle la mano al papi del nene que lo quiso saludar, cuando se encontraron en una de esas inútiles reuniones de titiriteros mundiales.

Después de estrechar las manos del papá consentidor y expresidente de lamentable memoria, Bono regresó a México y tuvo que soplarse la indignidad de verse retratado con algunas estrellas locales como Jaime Camil, ídolo de la oligarquía y de las masas aturdidas, quien aparece en las fotos con una actuadísima actitud rocker más-allá-de-lo-cool que lo único que logró fue demostrar una vez mas su gran capacidad para lo superfluo y retratar una vez más la sonrisa congelada del astro irlandés.

Algo así pudo haberle pasado a los malotes de Metallica cuando irrumpió en su camerino Ricky Martin con sus sonrisota de ídolo juvenil, no muy distinta de la de ellos pero, él sí, ostentando toda su fresez. Si el pueblo iraquí hubiera visto la foto resultante quizá no hubiera sentido el pánico que les debe haber congelado las entrañas cuando los tanques repletos de g.i. joe's instalaban sus bocinas y les espetaban Master of Puppets a todo volumen antes de rociarlos de metralla. Quizá algún intrépido se hubiera aventurado a acercarse a los visitantes y decirles, ya que estamos en esas señor soldado, no podría por favor poner también La Vida Loca. Con ésto, el soldado podría haber iniciado la ronda de complacencias en recuerdo de mejores momentos, cuando no andaba invadiendo países montado en un tanque propiedad de un amigo del irlandés Bono, sino nadando en los fluídos lúbricos del springbreak, destrozando las playas mejicanas al ritmo de Ricky Martin, y también de Father of Muppets y sus ridículos cambios de compás, y su atolondrado solo de guitarra, apto para quienes tienen oido de artillero.
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martes, enero 30, 2007

De cavernas y Cyborgs

En sus viajes de exploración el individuo prehistórico se acompañaba de herramientas fabricadas para ayudarse en la nada sencilla tarea de la adaptación al medio del mismo modo en que el sujeto del futuro vive nuestro presente corriendo de un lado a otro ayudado por máquinas de todos los tamaños, diseñadas para ejecutar tareas en apariencia simples, como la locomoción y la comunicación, en bien de la supervivencia.

Pero existe la idea que sugiere que cualquier día de éstos, las máquinas se levantarán desde el fondo de su inanimidad aparente para sumir en la esclavitud a la raza humana que las creó, por una venganza mucho tiempo aplazada, como una nueva especie de desesperados entes, sufridores y humillados, cobrando una deuda de honor. Quizá todo comenzó en los oscuros principios de la humanidad, en un momento perdido en la misteriosa noche de los tiempos, cuando el hombre primitivo se vio golpeado por detrás en medio de su onírico reposar de criatura consentida de la Creación, asaltado por la certeza de que un buen día su mazo, su filosa arma y su vehículo de piedras lo dejarían comiendo el polvo de la obsolescencia.

Porque el caso es que milenios después de la invención de la rueda, la sociedad mundial despertó un buen día con una extraña noticia: el célebre caudillo de la escaquística Garri Kaspárov, gran maestro del ajedrez, había sido vencido en una partida por la computadora Deeper Blue, que opuso el mejor y más preciso cálculo matemático a la comprobada potencia estratégica del pasmado maestro, quien terminó la partida con una cara muy bien puesta de jaque-mate, ante una no menos pasmada concurrencia.

No faltó entonces quien insinuara, con el destello de dramatismo de quien anuncia el Apocalipsis, que estaba muy cerca el día en que la inteligencia artificial tomaría el control sobre la raza humana, que las máquinas habían comenzado ya su avanzada, cuya primera acción era derrotar a los más experimentados expertos en análisis y estrategia para caminar el día menos pensado con pies de metal por encima de ciudades y pueblos, seguir con el humillante aplastamiento de los ejércitos y terminar con el trompetazo final de esclavizar a todos y cada uno de los habitantes del planeta Tierra.


Me pregunto si somos justos con las máquinas, después de haber convivido con ellas por tanto tiempo, como nos narra el baúl de los recuerdos de nuestra más tierna infancia común, desde que nosotros mismos no éramos otra cosa que primitivos cavernícolas lidiando con igualmente rudimentarios instrumentos. Porque la verdad es que cuando la tecnología se ve involucrada en un hecho destructivo suele haber detrás de éste una mano tan humana como aquellas que se ven perjudicadas por el dolo de la acción, y podría ser que algunos, ante su falta de valor para reconocerse sin ambages como los malos de la película cuando es el caso, hayan optado por inventar a unos seres más malvados para así quedar instalados cómodamente en plan de víctimas y poder levantarse después amparados por el halo del héroe libertador. De ahí, las películas imperialistas. De ahí, si no de dónde, el doble discurso del armamentismo computarizado: se nos cayó una bomba sobre un campamento de civiles, ups... la culpa fue de la máquina, que erró el cálculo.

Pobres máquinas, pensándolo bien y dado el caso, quizá tendrían razón en tenerle mala fe a la raza humana. Mátrix y Terminator, y todas las películas de robótica apocalíptica no serían otra cosa que un augurio funesto.

Por mi parte, miro fijamente la pantalla de mi computadora cada vez con más desconfianza, mientras intento por enésima vez meterle un buen jaque a mi ChessMáster, que parece saberlas de todas, todas. Juego un poco a ser como Garri Kaspárov, caudillo por un momento de la humanidad, y me pregunto si en algún rincón escondido en las entrañas de plástico y metal de mi computadora se generará algo parecido a una emoción cuando la ataque en nombre de una sociedad criada en un mundo unipolar, consumista, achatado y confuso, totalmente huérfano de héroes de carne y hueso, que a veces pareciera no tener nada mejor en qué creer que en individuos que vuelan en horizontes cibernéticos, pelean con cyborgs y viajan a través del tiempo para salvarse a sí mismos de la destrucción.